“Siempre hubo integración, ahora lo estamos viendo en la cancha en partidos oficiales, pero fuera de la competencia siempre se vió: ahí tanto chicos como chicas juegan juntos”. El comentario es de Laura Salas, madre de Luciana Mansilla, jugadora de Mini A de Estudiantes, y refleja el espíritu de lo vivido en una mañana de recorrida por las canchas bahienses.
¿Cómo llegan al básquet?
En una ciudad que transpira y respira básquet, los gustos por el deporte no tienen género. El mito instalado de que en Bahía Blanca las mujeres eligen otro deporte se ha derribado en la actualidad.
“Sus primeros profesores fueron sus hermanos, así que vivían horas y horas en el patio de casa jugando” me comenta Sara Diaz, madre de Martina Bussetti (Villa Mitre). El siguiente paso es el lógico. “Nosotros como padres le exigimos que hagan una actividad deportiva al llegar a determinada edad, Martina quería jugar al básquet y no sabíamos dónde había femenino, nos pusimos en contacto con Silvio Montero. Él nos dijo que venga a Villa Mitre”.
Esta anécdota que parece trivial y hasta lógica no siempre lo fue, ya que los clubes de la ciudad tenían una necesidad sin cubrir. El deseo por el juego siempre estuvo, pero por momentos culturales y tradiciones sin sentido, fueron dejadas de lado.
Laura Cors, renombrada entrenadora y ex jugadora bahiense recordaba su infancia: “Era la década del 70. No se hablaba de básquet femenino ni había tantas categorías como ahora, pero como mi hermano Alejandro —hasta hace poco árbitro en Bahía— jugaba en pre-mini y mini, aprovechaba e iba con él. No era la única: mis vecinas también se unían y se armaban partidos mixtos”.
Han pasado más de cuarenta años y las motivaciones iniciales no han cambiado para las chicas. Lo que sí ha evolucionado es la situación actual, donde las mujeres pueden tener respuesta a esa necesidad planteada en cada club de la ciudad y, al contrario de Laura, que tuvo que emigrar para seguir su sueño ante la falta de competencia en la ciudad las niñas pueden hacerlo acá.
Inclusión por virtudes
Las categorías formativas en la ciudad están integradas de manera mixta hasta U13, lo que permite una formación en conjunto que acompaña lo que ocurre fuera de las instituciones deportivas y fomenta la igualdad en un ambiente de formación constante.
La decisión de integrar a niños y a niñas ha sido muy acertada para la integración y el progreso en lo deportivo de las mujeres, y aunque en un primer momento hubo que derribar muchos tabúes, como nos marcaba Viviana Albizu, la realidad actual ha cambiado radicalmente.
Martina Bussetti está desde escuelita en Villa Mitre y su madre insiste en que el hecho de compartir equipo con varones fomenta las sensaciones de pertenencia necesarias para que esto se naturalice: “La veo muy segura jugando con ellos. Se siente respetada, valorada y la consideran una más. No hay diferencias de ningún tipo, son compañeros y de hecho fuera del club comparte cumpleaños y cosas por el estilo con ellos también”.
El primer paso fueron enfrentar equipos completos de mujeres contra varones (sigue pasando en la actualidad) pero el paso fundamental es la integración mixta en el propio equipo, algo que rescatan entrenadores como Federico Scarpaci (Estudiantes):
“Me parece que es una gran idea darle la posibilidad, primero desde la parte humana, desde la personal, la social y afectiva tanto a los chicos como a las chicas de compartir eso. Genera una empatía, un sentimiento que por ahí los chicos al solo compartir contra un equipo que solo sea de chicas o al ver que no eran mixtos, no tienen ese sentimiento de ver a las mujeres como un par o a los hombres como un par, si no como otra cosa diferente, como otro equipo”.
De la mano con su colega, Silvio Montero, también resalta las virtudes del compartir equipo y competir codo a codo entre chicas y chicos:
“Estamos en la capital del básquet. El nivel es muy competitivo y está buenísimo que tanto chicas y chicos compartan el deporte desde edades tempranas. En el caso particular de Martina es una más del grupo y tanto las o los rivales como los propios compañeros la respetan como lo que es, una jugadora de básquet, sin distinción de género. Realmente estoy muy contento por la actitud de los compañeros, de los rivales y ella misma”.
Los valores de la competitividad en Bahía
Las diferencias ya no son por género, desde escuelita a U13, sino por aptitudes y desarrollo con el deporte. El progreso está dado por la competitividad y el hambre de entrenamiento, tanto los varones como las mujeres.
Las chicas antes tenían que jugar solo entre ellas y eso limitaba su capacidad de progreso al ser muy incipiente el desarrollo del básquet femenino. Ahora tanto chicas y chicos se vinculan por el nivel de experiencia y eso potencia el desarrollo individual y colectivo.
“Hay chicas que juegan muy bien y tienen la posibilidad de desarrollarse y al competir contra otras que recién comienzan y tienen poco tiempo en la actividad, el nivel de complejidad que tienen los partidos y los entrenamientos es mucho menor y no les sirve. Por ahí le toca jugar en un equipo mixto y esto equipara a los chicos y chicas que jueguen bien pasando a estar en mini A y los y las que les falta desarrollarse en otras categorías diferentes”.
Tanto Luciana Mansilla como Martina Bussetti son un caso puntual de lo que remarcaba Federico Scarpaci en el párrafo anterior, el nivel mostrado por ambas chicas las insertó en una categoría con varones de su mismo nivel de juego fomentando su progreso individual y colectivo.
Los porcentajes de mujeres en los equipos mixtos va subiendo por cuestiones de tipo natural, ya que mientras más se fomente el deporte la equiparación y el porcentaje entre ambos sexos se irá equilibrando.
Lo bueno de todo esto es que los chicos y las chicas lo viven naturalemente:
“Esta generación de chicos lo vive con naturalidad, los más grandes lo vivimos como algo extraño porque teníamos esos preconceptos, pero para ella (Luciana) no existió otra manera que ésta.
Nosotros (los adultos) tenemos esas cosas de distinguir entre varones y mujeres, ellos no, lo toman super natural”.
Para ella “no existió otra manera”, nos remarcaba la madre de Luciana, y que en la actualidad esa única forma sea la integración, la igualdad y el crecimiento conjunto de varones y mujeres por igual con la contención de los clubes como ámbito de desarrollo, habla de una necesidad que no estaba cubierta, pero que en la actualidad está empezando a satisfacerse porque, en el fondo, los clubes son reflejos del progreso cultural de la sociedad y parte fundamental de ella.