La relación del Puma con la Selección Nacional comenzó a muy temprana edad: desde el Sudamericano de Cadetes en 1989, hasta Atenas 2004. Alejandro Montecchia se convirtió a través de los años en símbolo de conducción y en nombre propio ineludible de la historia del básquet argentino.
Alejandro Montecchia en las juveniles
Su primera experiencia a nivel internacional fue en el Sudamericano de cadetes en el año 1989 donde fue campeón derrotando en la final a Brasil.
Al año siguiente, lograría el subcampeonato de las Américas a nivel Juvenil bajo la dirección de Guillermo Edgardo Vecchio, tras no poder con EEUU en la final.
Luego de esta buena actuación, llegaría el momento del Mundial de la categoría. Argentina con un plantel de nombres que harían ruido en el futuro, se llevó el tercer puesto derrotando ni más ni menos que a Yugoslavia 74 a 71, en Edmonton Canadá.
El Puma compartió plantel junto a otro futuro medallista olímpico: el “Colo” Rubén Wolkowyski en una relación deportiva que duraría hasta su retiro en la selección.
Su participación a nivel sub-22 fue muy buena, ya que obtuvo el Panamericano de 1992 jugado en nuestro país y al año siguiente tuvo su segunda experiencia mundialista con el sexto puesto en España.
Dos de los bases de ese plantel fueron el propio Alejandro Montecchia y Sebastián Ginóbili, otro con el que estaría vinculado deportivamente incluso en condición de asistente y entrenador respectivamente, años más tarde.
Luego de varios años de competencia a nivel Provincial junto a Bahía, la selección de Provincia y haber recalado en la selección argentina juvenil, llegaría el turno de la Mayor.
El Puma y el legado imborrable del oro olímpico
La carrera de Alejandro Montecchia en la selección Mayor no es muy prolongada en términos de tiempo. Su debut fue en el año 1997 en el Sudamericano de la categoría jugado en Maracaibo, con la curiosidad de haberlo hecho con el número 14 en la espalda, algo que cambiaría tiempo después para usar su clásico #6.
Su retiro a nivel internacional se dio con el triunfo de su vida (final olímpica en Atenas) y pese a que le quedaba hilo en el carretel, le dio lugar a Pablo Prigioni, que se convertiría en otro organizador de renombre e importancia para la historia del básquetbol argentino.
El ex Bahiense del Norte jugaría unos 66 partidos con la camiseta albiceleste, anotaría unos 450 puntos, y obtendría dos títulos.
El viernes 20 de junio de 1997 fue su debut con la selección nacional, frente a Ecuador con victoria 85 a 59 con 6 puntos en su haber.
Al año siguiente jugaría su primer Mundial de Mayores en Grecia. El certamen fue el punto inicial para el recambio generacional con el retiro de Milanesio, tras el torneo, para darle lugar al propio Puma.
Después de una buena primera fase, argentina sucumbió ante el poderoso Yugoslavia en cuartos, para luego entrar en la zona reclasificatoria.
El debut de Ginóbili y Pepe Sánchez, junto al gran campeonato de Fabricio Oberto (elegido en el quinteto ideal) la llegada de Sconochini, junto al Colo Wolkowyski y el Puma, conectaron a la futura Generación Dorada, con la vieja guardia: Milanesio, De la Fuente, Osella, Juan Espil.
Corría el año 1999 cuando en Bahía Blanca se disputaba el Campeonato Sudamericano número 38. No fue uno más, algunos de los jugadores que después abrazarían la gloria a nivel mundial verían sus primeros minutos con la camiseta nacional.
En una etapa de muchas ausencias en el seleccionado de básquet (Milanesio, Nicola, Sconochini, Osella), Julio Lamas tuvo que armar un plantel plagado de jóvenes que venían de hacer una gran actuación en el mundial juvenil y que contaba con varios representantes locales, entre ellos: Hernán Emilio Jasen, Juan Ignacio Sánchez, Juan Alberto Espil, Emanuel David Ginóbili y por supuesto Alejandro Montecchia.
Argentina no pudo obtener el título, pero fue la piedra angular para edificar los años de gloria siguientes.
Luego del Sudamericano, el Puma, junto a Pepe Sánchez, se harían con la conducción de la selección mayor desplegando todo su talento, visión de campo y garra al servicio del combinado nacional.
El preolímpico de Puerto Rico fue la gran prueba de esta nueva camada y pese a que no se clasificó (argentina terminó tercera) las sensaciones fueron las mejores de cara a lo que se vendría en los años próximos.
Con la clasificación al Mundial del 2002 obtenida en Neuquén (Alejandro no pudo jugar por una lesión en último amistoso previo al certamen) llegaría la primera actuación a nivel global rutilante con el subcampeonato del mundo.
Con una preparación previa extenuante de la mano de Rubén Magnano, Argentina firmaría un Mundial soñado, dejando en el camino por primera vez a una selección compuesta por jugadores NBA y el golpe sobre la mesa del tablero global.
La derrota en la final ante Yugoslavia sería el punto motivacional para afrontar los juegos Olímpicos del año siguiente.
Alejandro Montecchia hizo un gran certamen entrando desde la banca y compartiendo el armado de juego con otros dos bahienses: Pepe Sánchez y Manu Ginóbili.
Alejandro Montecchia en el monte Olimpo
Los juegos Olímpicos del 2004 marcarían el punto más alto en la carrera del puma, ya desde el inicio del torneo se marcaría a fuego en la memoria del basé tras dar su asistencia más famosa para que Manu Ginóbili definiera el partido ante Serbia.
Paradójicamente la asistencia no está registrada en la planilla oficial del partido, pero quedó en el recuerdo imborrable de los anales del deporte argentino.
Intercalando partidos como titular con Pepe Sánchez, nuestro protagonista fue piedra angular y fundamental del encuentro por la medalla dorada. Pero antes de ello, Argentina necesitaría encontrarse con su básquet luego de la caída con España e Italia.
Por la parte más dura del cuadro, los de Magnano se cargaron al local y nuevamente a EEUU con dos actuaciones sobresalientes de Walter Hermann desde la banca.
La final del torneo sin la presencia de Fabricio Oberto por lesión, dio lugar Alejandro Montecchia (17 pts y dos triples fundamentales) para liquidar un partido que se había complicado durante la segunda parte.
El base fue clave para otorgar el triunfo a la selección, colgarse la medalla dorada, terminar en cancha junto a sus dos coterráneos y firmar el partido más importante de su carrera. Paradójicamente, este sería el último en la selección mayor en competencias internacionales, coronando de la mejor manera una carrera sobresaliente y colocándose dentro del panteón de los mejores conductores de la historia del básquet argentino.