El básquet de Bahía tiene cientos de historias y personajes particulares que merecen ser contadas y recordadas. Uno de ellos es sin lugar a dudas Manuel Forrest, el extranjero que supo brillar en Pacífico y que también vistió la camiseta de Olimpo.
La historia de vida de Forrest es realmente llamativa y un ejemplo de superación. Supo jugar con estrellas mundiales en su etapa universitaria y logró ganarse el corazón de los simpatizantes del básquet argentino por su talento pero sobre todo su carisma.
Su historia dio un giro drástico cuando en enero de 2013 se conoció la noticia en distintos medios nacionales que Manuel Forrest había fallecido a sus 49 años.
Los inicios de Manuel Forrest y su explosión en la Liga Nacional
Manuel Forrest nació en Kentucky en el año 1963. Su altura de chico lo llevó a practicar el deporte de la pelota naranja.
En 1981 jugó nada más ni nada menos que con Michael Jordan, Patrick Ewing o Chris Mullin en el equipo All-American de McDonalds. Recibió una beca en la Universidad de Louisville donde jugó durante cuatro temporadas. Fue un comienzo muy similar al de las estrellas mundiales con las que supo compartir, pero con un desenlace final muy diferente.
“Cuando veo esa foto (la del All-American de McDonalds de 1981), a veces me pone triste el pensar las cosas que me podrían haber pasado a mí, o las cosas que me deberían haber pasado”, cuenta en diálogo con el portal WDRB.
En 1985 arriba a la Argentina para jugar en Sporting de Punta Alta, equipo que jugaba la Liga B. Allí sintió un apego muy especial con la ciudad. Compartió equipo con su compatriota Barney Mines más los locales Marcelo Plá, Gabriel Cintioli y Roberto Capaccioni, entre otros. Además, fue dirigido por el bahiense Adolfo Lista, histórico presidente de la ABB durante 25 años.
“Cuando llegué a Buenos Aires, le pregunté a la gente que me esperaba si era la ciudad donde iba a jugar y me dijeron que no, que teníamos que coger un avión hasta Bahía Blanca. Ahí aterrizamos y volví a preguntar porque me gustaba y una vez más me dijeron que no. Subimos a un automóvil, conducimos por unos 15 o 20 minutos y no veía nada más que hierba y campo” comenta el estadounidense en conversación con Punta Noticias.
“Llegamos a una señal que decía bienvenidos a Punta Alta, así que recuerdo que entramos y al rato le pregunté al intérprete donde estaba el centro de la ciudad y me respondió estás en el centro. Tan pronto como me lo dijo me di vuelta, miré detrás de mí y vi un caballo cruzando la calle solo. Ahí me dije qué demonios soy. Nunca lo olvidaré y quien diría que terminé amando a Punta Alta”.
Tras merodear en algunos equipos del ascenso, en 1988 se suma a Pacífico para jugar la temporada de Liga Nacional. Allí promedió 36 minutos, 19 puntos y 12 rebotes en 34 partidos. Fue estandarte de aquel equipo verde junto a Marcelo Richotti. Alero de origen pero devenido en un cuatro moderno, con tiro de tres puntos, una gran capacidad de salto y mucho carisma.
En 1990 se suma a Olimpo para disputar la temporada corta. con la camiseta del aurinegro promedió 38 minutos, 22 puntos y 10 rebotes en 35 juegos.
Además vistió las camisetas de Gimnasia de Pergamino (1990 al 1992) y Quilmes de Mar del Plata (2001-2002). En total, disputó 142 encuentros en la Liga Nacional promediando 21 puntos y 8.6 rebotes.
La resurrección de Manuel Forrest
El 10 de enero de 2013 fue noticia en distintos medios de nuestro país que Manuel Forrest había fallecido por una dura enfermedad que lo venía maltratando durante años.
La noticia repercutió fuerte en el ambiente del básquet ya que se trataba de una de las estrellas que tuvo la Liga Nacional en sus inicios.
Resulta ser que era falso, Forrest seguía vivo y había superado su enfermedad. De hecho en septiembre de ese mismo año fue detenido por posesión de marihuana y cocaína.
Perdió trabajos, vivió una situación económica casi al límite de la pobreza y atravesó enfermedades y adicciones. Hoy su presente es mucho mejor a pesar de las piedras que la vida le puso en el camino.
Actualmente trabaja como mentor de aquellos adolescentes que atraviesan situaciones similares a él, los escucha y los aconseja. Acude a una iglesia de Louisville donde tiene un plato de comida por día.
Y por supuesto la pelota naranja sigue siendo su mejor amiga. Juega una liga de mayores de 50 años desde hace seis años. “Soy el LeBron James de la liga, porque fui a la final seis veces y la gané tres” sentenció.