Entre las muchas disciplinas novedosas que tienen los Juegos Olímpicos de la Juventud, la fecha de descanso del básquetbol 3×3 se aprovechó para organizar un concurso de lanzamientos y volcadas que, claro, incluyó medallas.
Y allí, luego de que Sofía Acevedo le diera a la Argentina la medalla de bronce con una racha espectacular de triples, ganó el oro el argentino Fausto Ruesga en una definición punto a punto con el ruso Nikita Remizov, tras una ronda de desempate al haber igualado la final en 81 puntos. La semifinal también se había decidido por desempate.
Fausto no tenía forma de escaparle al destino. Tampoco lo intentó, habrá que decirlo. Por el contrario, se lo encontró con naturalidad y lo abrazó, como si se tratara de un viejo amigo que lo esperaba tras un largo viaje. En su ADN estaba impreso el básquetbol.
Nació en Bahía Blanca, donde la pelota naranja es reina y señora. Su apellido, además, es sinónimo de uno de los clubes más tradicionales y reconocidos de la ciudad: Olimpo. César, su papá, no sólo jugó allí (pese a recorrer otros clubes), sino que fue dirigente durante 21 años, llegando a convertirse en el hombre fuerte del básquet aurinegro, lugar al que renunció a fines del año pasado para aspirar a la presidencia de la Asociación de Básquetbol Bahiense. «Él fue el primero que me puso una pelota en la mano, el que me llevó al club. Desde chiquito me gustó el básquet», cuenta Fausto, que arrancó a jugar en mini básquet.
Y cada vez le gustó más. A diferencia de muchos chicos, que quedan en el camino porque disfrutan el juego pero sufren la preparación, Fausto la tomó con buena cara desde chico. “Me gustaba el gimnasio y me sigue gustando todo lo que se trabaja ahí para ser mejor adentro de la cancha. Saltar, correr, no me jode para nada: disfruto de entrenar”.
Tal es el lazo que tienen los Ruesga con Olimpo que, pese a que el pibe la viene rompiendo hace rato y es convocado a gran parte de los procesos de selecciones nacionales juveniles, el joven alero todavía desanda sus dobles con la camiseta de ese club. Es, en el pequeñito plantel de cuatro hombres del 3×3 argentino, el único que no juega la Liga Nacional. Un detalle nada menor teniendo en cuenta que Juan Hierrezuelo, si bien suma pocos minutos, se entrena a diario con las figuras del tricampeón, San Lorenzo; que Marco Giordano se fue ganando un lugar cada vez más importante en un equipo de renombre como Regatas y que Juan De la Fuente lleva tres años codéandose con hombres de liga en Quilmes de Mar del Plata.
Ruesga nunca dejó de ver el básquet como un divertimento, pero hace tres años empezó a entenderlo como más que eso: quería que en los parquets estuviera su futuro. “Llegó un día que dije ‘me quiero dedicar a esto’ y me puse a entrenar duro. Ahí cambié la cabeza y me decidí a dedicarme en serio al básquet, porque me encantaba, mucho más que estudiar, que no me gusta mucho, ja, ja, ja”. El alero bahiense está en quinto año y, debido a la cantidad de viajes que tuvo que encarar con los distintos procesos juveniles, quedó libre, por lo que tendrá que rendir a fin de año. “Espero poder hacerlo, porque quiero terminar el colegio”, asegura, entendiendo la importancia de la educación.
Y aquel objetivo de la Liga no lo desespera, porque ha tenido ofertas de algunos equipos e incluso jugó una Liga de Desarrollo para Bahía Basket. Pero sí, de a poco, quiere acercarse a la máxima categoría del básquetbol argentino para seguir creciendo: “Sé que puedo tener algunos minutos o entrenar con equipos de Liga, pero en Olimpo estoy cómodo, me entreno bien… A fin de año, eso sí, me gustaría buscar un cambio e ir por un objetivo más alto. Al club lo quiero mucho, es una pasión para mí, pero en este momento estamos peleando la primera local y yo quisiera aspirar a algo más alto, algo que sé que si me quedo en Olimpo no lo puedo hacer. De todos modos, no quiero equivocarme tomando decisiones apresuradas“.
No sólo mamá Ana, papá Carlos y Blas, su hermano un año menor, lo siguen partido a partido en estos Juegos. Una enorme cantidad de chicos se le acercan para sacarse fotos. Ahora, Fausto es una celebridad -“lo de la gente es increíble“, asegura- cada vez que termina de jugar con la Selección 3×3, algo que no tenía en mente hasta hace poco. “Empecé hace unos 2 o 3 años porque la Asociación Bahiense empezó a organizar torneos -relata-. Y es una modalidad que me gustó mucho. Con los chicos del club nos prendimos, también en la escuela, pero recién en Cochabamba, al Sudamericano al que fuimos con Hierrezuelo y De la Fuente, tuve mi primera experiencia internacional”.
A principios de año, el entrenador Juan Gatti lo convocó a trabajar con vistas a estos torneos. “La primera justo se hizo en el poli de Bahía Basket, y yo fui a dar lo mejor de mí, pero pensando `que salga lo que salga´; nunca pensé quedar”, confiesa Ruesga. Ahora, forma un cuarteto inseparable con sus compañeros, lo que ayuda a una convicencia dentro de la cancha que tiene sus complejidades. “Como no podemos hablar con el entrenador, es complicado, porque nadie quiere salir aunque esté jugando mal (risas). Pero somos grandes, acá vinimos a competir y sabemos que si estás mal o necesitás aire, tenés que pedir el cambio. No nos enojamos”, dice, aunque rápidamente se corrige: “Bueno, por ahí salís y decís la con… de la lora (risas), pero no tenemos problema con eso”.
FUENTE: Mauricio Codocea para Diario Clarín