Si hablamos de Manu Ginóbili y la Selección Argentina, sería oportuno describir su relación con dos simples palabras: amor y éxito. Porque en fin, la única razón por la que Manu volvía año tras año a vestir la albiceleste fue por amor, acompañados de grandes éxitos, tal vez los mayores para el deporte nacional.
El no sacrificó sus vacaciones durante años, sus momentos en familia o sus días de descanso luego de largas temporadas en la elite del básquet mundial, por otro motivo que no sea el amor hacia la camiseta de su país.
Buscó, dentro de sus posibilidades, estar siempre en cada torneo para representar a Argentina en lo más alto. Y este es un denominador común en cada momento de su carrera. Siendo un joven jugador de Liga Nacional, jugando en Italia, siendo un novato en la NBA y también cuando ya se había consagrado en los San Antonio Spurs, él siempre volvió al país para jugar con el combinado nacional.
Existen ciertas opiniones con recelo acerca de Manu y la selección por algunas ausencias del número cinco. Teorías que inmediatamente se invalidan si se analizan ciertos momentos en los que el bahiense demostró su vínculo con la albiceleste.
Ginóbili debutó en la selección de mayores en el año 1998, cuando vestía la camiseta de Estudiantes en la Liga Nacional. Ese mismo año disputó el Mundial de Atenas, donde quedaron eliminados en cuartos de final en manos de Yugoslavia.
Antes, en el Mundial Sub 22 de 1997 en Melbourne, tras ser eliminados ante Australia en la semifinales por 71 a 68, a Manu no le alcanzó haberse metido entre los cuatro mejores y ser el mejor jugador del partido con 20 puntos, ya que finalizado el juego se quebró en lágrimas siendo la primera muestra de cariño hacia la camiseta de su país.
Inicio de la época dorada
En los años siguientes comenzaron a llegar los éxitos junto a una generación única del deporte argentino. En el 2001 logró el Campeonato FIBA Américas disputado en Neuquén, siendo ya una pieza clave del equipo. Dicho por los propios protagonistas, aquel torneo fue un trampolín para todo lo que vino después.
En 2002 disputó el tan recordado Mundial de Indianápolis, obteniendo la medalla de plata tras caer en la final ante Yugoslavia por 84 a 77. En la fase de grupos, Argentina le quitó un invicto de 58 partidos a Estados Unidos, ganándole en la última fecha 87 a 80 y obligándolo a jugar contra la selección yugoslava.
Aquel fue un gran mundial para Manu. Jugó todos los partidos excepto en la final, que por una lesión en el tobillo en las semifinales, solamente pudo estar unos minutos. Fue elegido en el quinteto ideal del torneo.
Manu y el oro olímpico
Para el año 2004, Ginóbili ya acarreaba en su haber una extensa lista de premios, tanto individuales como grupales. All-Star de la Liga Italiana en tres temporadas consecutivas (1999, 2000 y 2001), campeón de la Liga Italiana, de Euroliga y MVP de las finales en 2001, campeón de la Copa Italia en 2001 y 2002 (MVP de esa edición), elegido en el número 57 del Draft de la NBA por los Spurs y logrando su primer anillo en la temporada 2002-2003.
Pero a todo eso le faltaba el hito más importante de la carrera de Manu y de la historia del básquet argentino: la medalla de oro olímpica en Atenas.
Aquellos Juegos Olímpicos fueron la muestra fehaciente de que éramos contemporáneos al mejor basquetbolista de la historia argentina. Manu dominó el torneo de principio a fin. Comenzando con aquella palomita gloriosa en el último segundo ante Serbia, dándole la victoria en la primera fecha, siguiendo con una nueva victoria a Estados Unidos en semifinales por 89 a 81, y logrando la medalla de oro tras ganarle a Italia 84 a 69.
Y vaya si no fue el logro más importante, que de los últimos siete JJOO (de Barcelona 91 hasta Rio 2016) el único que no lo gano EEUU fue aquel del 2004.
MVP del torneo, promedió 19.3 puntos, 4 rebotes y 3.25 asistencias con 70.8% de efectividad en dobles y 40.5 en triples. En la victoria ante el Dream Team de Allen Iverson, Tim Duncan, Stephon Marbury y compañía, el número 5 anotó 29 unidades.
La selección por delante de todo
Cuando algunos se atreven a dudar de la importancia que le dio a Manu a la selección, los invito a analizar lo que pasó en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008.
Previamente, Argentina había logrado la cuarta posición en el Mundial 2006 de Japón, y Manu fue parte del quinteto ideal promediando 15 puntos por partido. Obtuvo el segundo y tercer anillo de NBA con los Spurs en 2005 y 2007, y fue elegido el Mejor Sexto hombre en la temporada 2007-2008. Con la selección logró la medalla de oro en la FIBA Diamond Ball en China, en lo que era la antesala de los JJOO de Pekín.
En aquellos juegos, Ginóbili fue el abanderado de la delegación argentina. Lideró a su equipo en la fase de grupos y en los cuartos de final ante Grecia. En la semifinal ante Estados Unidos, una lesión en el tobillo lo marginó del partido y abrió la primera polémica con los Spurs.
Para el zurdo, San Antonio siempre fue su segunda casa. Nacido en Bahía Blanca y adoptado por la ciudad de Texas. Pero ni los años en la NBA, ni los anillos obtenidos, ni el contrato millonario que lo vinculaba a los Spurs, le importó para ponerse firme y pelear para poder jugar el partido por el tercer puesto ante Lituania.
Ese fue uno de los momentos que anulan aquellas teorías detractoras hacia Ginóbili y su relación con la selección. Sufrió críticas de los medios estadounidense, que no entendían por qué seguía jugando para Argentina. Manu se vendó, se calzó las zapatillas e ingresó a jugar por la medalla de bronce. Lamentablemente solo pudo lanzar un triple (convertido), porque su tobillo no le permitía más.
Aquel acto de rebeldía y de amor a la camiseta de su país le significó tener que negociar con San Antonio los próximos movimientos. Se perdió casi 40 partidos de la fase regular y es por eso que no pudo estar en el Premundial de 2009 ni en el Mundial de 2010.
Manu y su vuelta a la selección
Luego de tres años sin vestir la camiseta albiceleste, Manu retorna para disputar el Preolímpico de Mar del Plata en el año 2011. Allí Argentina logró el campeonato y la clasificación a los Juegos Olímpicos de Londres, ganándole a Brasil en la final por 80 a 75 y con 15.8 puntos de promedio del número 5.
En Londres se lo pudo ver por segunda vez emocionado en público, esta vez fue en zona mixta luego de la victoria ante Brasil por 82 a 77 por los cuartos de final. Para Manu, con 35 años, era demasiado esfuerzo poder estar ahí y el pase a una nueva semifinal lo superó.
En la previa al Mundial de España 2014 surge el segundo conflicto con los Spurs. Luego de ganar su cuarto anillo, Manu volvió a desafiar a su equipo confirmando que estaría en la selección a pesar de sufrir una pequeña fractura por estrés. La disputa llegó al punto de contratar un especialista fuera del cuerpo médico de la franquicia de Texas, porque según el bahiense su recuperación seria de cuatro semanas. San Antonio, aferrado al reglamento, terminó ganando la discusión y Manu no pudo estar en aquel mundial.
La última función
Tras cuatro años alejado del conjunto nacional, Manu volvió para darle un cierre a su exitosa carrera con Argentina en los Juegos Olímpicos de Rio 2016.
En un torneo plagado de emociones, como la histórica victoria ante Brasil en fase de grupos en doble suplementario que le permitió clasificar a la siguiente ronda, Manu se quebró por tercera vez al anunciar que este sería su último torneo con la celeste y blanca.
Argentina quedó eliminada en cuartos de final ante Estados Unidos por 105 a 78. Esa fue la última función del jugador más talentoso de nuestro básquet. Ovacionado por todo el estadio y por los propios estadounidense.
El hito más grande del básquet nacional dijo adiós, y con él una incalculable cantidad de triunfos que no solo son aquellas medallas o trofeos, sino también los aportes que le dio una generación entera al deporte de la pelota naranja.
Ni los cuatro anillos de NBA, ni el reconocimiento de estrellas mundiales, ni los premios individuales pudieron superar lo que Manu siempre sintió por la camiseta de su país. Una relación de casi 20 años de amor y éxitos.