Oscar Rubén Alberto Bruni es el nombre de la persona en cuestión. Le dicen Coco, no hay nadie en Bahía Blanca que no lo conozca por ese apodo. Fue jugador, entrenador y árbitro. Su rol de administrativo y utilero en la Asociación lo convierten en un personaje imprescindible para el básquetbol de nuestra ciudad.
Coco está ligado a este deporte desde siempre. Y hoy, con 88 años recién cumplidos, mantiene su labor en ABB con orgullo.
El histórico utilero repite, día a día, una rutina que lo ha convertido en un caballero ejemplar. “Un buen desayuno a la mañana es importante. Hago los mandados y en el inicio de la tarde tomo unos mates con mi señora. Después llega el momento sagrado: ir a la Asociación”, introduce Coco.
Llega a las 18:00, puntual como siempre. “No se puede defraudar a las chicas que trabajan aquí conmigo. Estamos hasta las 22 horas y tenemos cosas que hacer”.
Pero la figura de Coco Bruni en ABB trasciende el día a día y va más allá que cumplir con ese esquema. Es que las paredes de 9 de julio 62 corean su nombre al verlo entrar. Esta institución, hoy renovada, lo recibe hace muchísimo tiempo y es su verdadero hogar. “Hubo dos años en los que viví aquí dentro. Dormía en un sillón frente a la oficina de Adolfo Lista. Me había traído una mantita, me tomaba un té y trabajaba hasta medianoche. A las 8 llegaba Roberto Seibane y nos apoyábamos codo a codo”.
Más allá de su intachable labor como utilero, tan destacable que llevó su rostro a las paredes de ABB, Bruni lleva adelante tareas administrativas a diario. Sin pensarlo, escribir a máquina es lo que le gusta hacer. Allí, lleva adelante los registros de todos los pases de los clubes. “Esta época es un loquero”, añade mientras mueve sus lápices por apenas pequeños milímetros para dejarlos bien alineados en su escritorio.
Ya que estamos en el tema, Coco es un observador al detalle y lo ha demostrado en su trayectoria. Acomoda constantemente su espacio de trabajo. ¿Los componentes? Lápices, almanaque, dos sillas de madera de época y su máquina de escribir, siempre cubierta para evitar el polvo.
El contexto de su ambiente laboral nos lleva a una conclusión obvia: no necesita de la tecnología de punta para ser el empleado del mes. “No tengo celular, ni computadora. Con los chicos mi relación no cambia, a pesar que pasen sus horas delante de la pantalla. Me da tranquilidad porque sé que mis compañeros lo utilizan para trabajar. Estoy más respaldado con ellos, gracias a eso”.
Pasan los años y si bien no ha sido Presidente, parece que Coco Bruni lo ha hecho todo. “Recién estuve barriendo, por ejemplo. Pero también estuve siguiendo de cerca los preparativos el Provincial U17 que se viene. Tengo que asegurarme de que los chicos se sientan cómodos”.
“Venir a trabajar me da fuerzas para poder seguir firme en mi puesto pese a la edad que tengo. Este año iba a tratar de dejar un poco, pero no quiero alejarme. Estoy contento de poder estar acá 4 horas todos los días para compartir con los compañeros”.
Trasladándonos al trabajo de campo, Bruni se entrega a modo de lazarillo a cualquier selección de Bahía Blanca. La guía, desde su lugar, a innumerables triunfos. Su caballerosidad, firmeza y humildad contagian al resto en el banco. Coco transitó y transita, incansablemente, la línea que se conecta entre su posición en la esquina del banco, y la del entrenador en el otro.
Sirve agua, entrega toallas y sudaderas, las recibe, siempre con una pasión admirable. Ha visto tantas veces la copa elevarse sobre la cabeza de un jugador, que parece imposible que pueda elegir un solo momento. Así y todo, se anima y lo hace: “El Mundial de Uruguay es el recuerdo más grato que tengo. Cantar el himno en el Cilindro de Montevideo fue lo mejor. Lloraba porque estaba con Coco Ferrandi que fue un gran compañero. Estábamos representando a Argentina y Bahía Blanca, fue lo máximo. Ver a Lito Fruet jugar y debatirse con los Uruguayos era bárbaro. Al Negro De Lizaso lo aplaudió todo el estadio. Tenía los gargajos colgados por todos lados y recuerdo que me pedía agua en el medio de la lucha. Fue una de las cosas importantes vividas”.
Por otro lado, la vitrina de ABB, para el que nunca la ha visto, es algo así como un mueble interminable. Trofeos, medallas, camisetas, placas, reconocimientos. En fin, cientos de ítems valiosos se mezclan, pero Coco siempre mira uno que le genera más orgullo que el resto: “Mi trofeo favorito es el de Corrientes 1974, porque tuvimos que luchar mucho para conseguirlo. Recuerdo que, a la gente de Santa Fe le gustaba como jugábamos, entonces se ponían adelante y nos ayudaban a no recibir tantos huevazos y pelonazos durante los partidos. Era una lucha constante”.
COCO BRUNI Y EL BÁSQUET DE HOY
Cualquier persona podría imaginar que, al haber visto tantas leyendas consagradas, Bruni podría inclinarse fácilmente por el básquetbol que se jugaba décadas atrás. Sin embargo, maravillado por el talento actual, destaca la capacidad y técnica individual: “Me gusta más cómo juegan los chicos de hoy. Los veo pasarse la pelota por debajo de las piernas, hacer el doble giro al aro. Son recursos que no se veían antes en la temprana edad. Pobre Beto, él llevaba la pelota y se las arreglaba porque tenía una calidad bárbara. Pero no podía hacer todo lo que hacen los niños de hoy”.
Esa elección tampoco quita el cariño de Coco por el básquet que se jugaba anteriormente. La gloria conseguida es algo que Bruni no negocia. “Ver a los chicos de antes luchar era tremendo. Hoy no pasa. Recuerdo un Torneo en Jujuy en 1966. Era una batalla todos los partidos. Nos trataban de porteños, no de provincia de BsAs. Teníamos siempre la hinchada en contra. Nos tiraban huevos y pelones cuando llegábamos a la cancha. Un año, en Santiago del Estero, éramos finalistas y la propia policía no nos quería dejar entrar. Nos había cruzado los caballos en todos los accesos al estadio. Tuvimos que dar una vuelta y saltar una cerca para poder entrar a la cancha a jugar la final. Ahí dentro empezaban los pelones, y así y todo ganábamos. Era bárbaro estar con ellos”.
SU RELACIÓN CON LA CAMISETA DE BAHÍA BLANCA
“La camiseta de Bahía es lo máximo”, afirma de movida. Y en seguida recuerda su primer campeonato con la selección local: “En 1955 fuimos con Brusa a un campeonato y lloré como un niño porque fue mi primer torneo y lo ganamos. Representar a la ciudad siempre fue hermoso”.
Sin dejar que completemos nuestro próximo interrogante, Coco Bruni confirmó un mito: “nunca me quitaron una camiseta”.
Cuenta la leyenda que él es un as en la materia y obtener indumentaria de su parte puede ser más difícil que encontrar un tesoro perdido. “Antes se compraban 12 camisetas para todo el año y todas las categorías. No se podía perder nada, porque sino significaba tener un jugador menos dentro de la cancha. Los juveniles me pedían: – ¿No hay nada para mí? No tenía alternativa, les tenía que responder: – ¿Qué hay para los mayores si les doy a ustedes? Me hubiera gustado de corazón darle ropa a todos, se lo merecían”.
“La Asociación Bahiense de Básquetbol es grandiosa. En todos lados admiran nuestro trabajo. Pueden pasar mandatos, pero la institución siempre prevalece como un ícono”, sentencia Coco Bruni.
Sin necesidad de pensar o investigar, nos regala una definición única de la institución, o de sí mismo.