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El básquet local se quedó sin talismán

“Pasé gran parte de mi vida jugando al básquet. Ganas de seguir no me faltan, pero a los 40 años no se puede regular y entiendo que llegó la hora de cumplir otros proyectos”.

Para Mariano Trellini, un símbolo del ascenso y un auténtico talismán para todo aquel club que intentara dar un salto a la división de elite del básquetbol local, llegó el momento de colgar las zapatillas para siempre.

“Agradezco a todos los compañeros y entrenadores que tuve. Fueron muchos y no me puedo quejar de ningún grupo que integré, porque los resultados están a la vista. También quiero hacer una mención especial para Estrella, un club en el que jugué ocho años y en el que me brindaron mucho cariño. Por eso, nada mejor que retirarme con esta camiseta”, agregó el Chino.

Su dilatada campaña se inició a los 5 años en Olimpo, a donde llegó de la mano su tío, Roberto Ojunián. “Ahí hice todas las categorías formativas hasta el último año de juveniles. Por entonces se había creado la categoría Sub 22 y dar el salto se hizo complicado, máxime con una camada de muy buenos jugadores (Miguel Vigna, Federico Máquez, Germán Diel) que tenía por delante”.

“Fue así que analicé la posibilidad de buscar otro rumbo y junto con un amigo, el zurdo Guillermo García del Río, fuimos a Estrella. Nos dirigió Guillermo López. Y entre otras estaban Emiliano Deminicis, el Chuzo González y Pablito Ventura, con quienes armamos un lindo equipo en Segunda, llegando a la final con 9 de Julio”, sostuvo.

En 2002 pasó a Independiente. “Me llevó Lito Fruet para jugar en Primera con Miguel Pisani, Hernán Gil, el Flicu Sánchez, Cristian Fiore, Pancho Caspe y Javier Musumeci. Ahí tuve dos años muy buenos, porque arranqué siendo un jugador defensivo con mucho estado atlético y fui cambiando de características, para tener mayor participación en ataque”.

Después, en 2005, llegaría la hora de saltar a Villa Mitre, una entidad que buscaba ganar protagonismo. “Ahí tuve de compañeros a Leo Renzi, Guillermo Giambelluca, el negro Espeleta y el flaco Lliteras. En la primera fecha del torneo me rompí los ligamentos cruzados de una rodilla. En 4 meses y 15 días me recuperé y volví justo para cuando empezaban los playoffs. Llegamos a final, donde perdimos con Olimpo”

Luego llegaría el turno de Argentino, que también militaba en Primera. “Quedamos octavos y Olimpo nos eliminó en el primer cruce. De todas maneras cumplimos con el objetivo de salvar la categoría sin sufrir”.

En 2007 y 2008 jugó en Pacífico y luego llegarían tres ascensos consecutivos a Primera división: en 2009 con San Lorenzo del Sud, 2010 con Pacífico y 2011 con Napostá.

En 2012 y 2013 defendería los colores de Barracas Central, dirigido por Marcelo Allende. “Fue un equipo armado para salir campeón, con jugadores como Gastón Diomedi, Santiago Marco, Nacho Sella, Facundo Sevillano, el negro Chotard, Fefo Barba. En semifinales contra Independiente me rompí los cruzados, esta vez de la pierna izquierda, y finalmente perdimos esa serie 3-2”.

Al año siguiente continuó en Barracas con la esperanza de sacarse la espina de lograr el campeonato. “Juanse Palumbo había asumido como entrenador y confió en que me iba a recuperar pese a mis 35 años. Al final logramos subir de categoría ganando el repechaje ante Sportivo Bahiense”.

Por entonces, ya no cabía duda alguna: el equipo que tenía pretensiones de ascender debía contratar a Trellini, quien devolvió con creces la confianza que depositaron en él Estrella, en 2015 y nuevamente Barracas, en 2016.

En 2017 fue tiempo de volver a la entidad del barrio San Martín, la misma que le había brindado la primera chance de jugar en Primera.

“En Segunda no encontré propuestas atractivas como para pelear el campeonato y tanto la dirigencia de Estrella como Claudio Queti insistieron para que volviera, más allá de mis dudas acerca de si estaba en condiciones de enfrentar a chicos que literalmente volaban en la cancha.

“Con mucho esfuerzo y sacrificio pude demostrar que Claudio no se equivocó, porque pude estar a la altura. Es más, me otorgaron el premio revelación en Primera y quedé hasta fui ternado junto con Gastón Diomedi y Esteban Silva entre los mejores escoltas del campeonato local”, añadió.

El hecho de que la institución auriazul se anotara en el torneo Provincial de Clubes hizo posponer la concreción del retiro y el 2018 lo encontró otra vez en plena competencia, aunque la realidad del equipo mutó drásticamente, al punto de desbarrancarse hasta los últimos lugares de la tabla.

“Nunca había descendido ni siquiera jugado una Promoción para no perder la categoría. Estar en esta situación así no fue nada fácil y no se la deseo a nadie, porque la presión se siente muchísimo y no se disfruta en lo más mínimo”.

La hora del adiós

En el último encuentro de la serie frente a Sportivo Bahiense que selló la permanencia de Estrella en la categoría superior, Mariano jugó 39 minutos y 58 segundos, cuando llegó el cambio en medio de una ovación.

“El cuerpo no me daba más, porque el partido fue exigente y el calor resultó agobiante. Dejar la cancha justo antes de que termine fue decisión de Claudio para que la gente pueda saludarme”, subrayó el Chino.

Finalmente, hubo espacio para recordar a los que siempre estuvieron a su lado.

“Mi viejo (Rubén) fue un ladero de fierro, que me siguió a todos lados De él heredé su temperamento y su pasión. Creo que haber pasado por Pacífico fue una forma de rendirle homenaje, porque está muy identificado con ese club.

“También quiero resaltar a mi mamá y a mi hermano (Mauro), quien me demuestra siempre su admiración y eso no se paga con nada. Con solo mirarme sabe cuál es mi estado anímico y representa una extensión mía fuera de la cancha”.

“Por último Melisa, mi mujer, nunca puso fichas ni una mala cara para que dejara de jugar. Ahora será tiempo de compartir con ellos y los amigos muchas de las cosas que tuve que dejar de lado para cumplir con los entrenamientos o los partidos”.

El Chino formó su equipo

“Tuve muchos buenos compañeros y podría formar 20 equipos distintos. Frente al compromiso de conformar un quinteto hago una mezcla de amistad y fanatismo por ellos.

“La base se la confío a Damián Carci, un gran amigo con quien ascendí tres veces. Va al frente en cualquier cancha y además se aguantó que lo volviera loco pidiéndole la pelota en cada ataque.

“El escolta sería Gastón Diomedi, otro amigo entrañable y como 3 lo pondría a Federico Harina, un crack con el que compartí equipo en Barracas. De 4 va Nahuel Cámara, un animal que cuando está bien es imparable y de pivote Mauro Campaña, mi compañero en Napostá, terrible jugador y un señor dentro y fuera de la cancha.

“Si bien no podría ponerlo de sexto hombre igualmente tendría que estar Marcelo Richotti, con quien tuve el honor de jugar su último partido vistiendo los colores de Pacífico frente a Pueyrredón. Me emocioné por el solo hecho de entrar en calor con él, un auténtico símbolo del básquetbol bahiense”.

Acerca de los entrenadores dijo que, en mayor o menor medida, todos le dejaron aspectos positivos.

“Guillermo López rescató virtudes que por ahí ni yo sabía que tenía; José Pisani me dio más protagonismo; Martín Ipucha en Villa Mitre y Gabriel Colamarino en Argentino también me brindaron su confianza; a Juanse Palumbo no lo conocía e igualmente me respaldó ciento por ciento y Claudio Queti no se equivocó cuando me dijo que a los 38 años todavía podía cumplir un rol importante en un equipo de Primera”.

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