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Hernán Jasen, el líder silencioso del básquetbol de Bahía

“Fue un golpe difícil de asimilar, pero entendí que ellos pertenecían a otro mundo y que yo jugaba en la tierra”, dice Hernán Jasen tras quedar fuera de la citación de Argentina para jugar el Mundial de Japón 2006.

Como a lo largo de su carrera, Jasen no mira para los costados: avanza. Jasen no despotrica contra el entorno, no culpa al entrenador, no se siente nunca más que nadie: acepta, asume y empuja una vez más. Pone el despertador una hora antes, redobla los esfuerzos en el gimnasio, pide la llave del estadio en los meses de verano y trabaja el doble. Con la pelota y sin ella. En ataque y en defensa. Sabe que si algún competidor hizo uno, él, para pertenecer a la órbita de los dorados, necesitará dos. Fue pensado y quedará escrito: hará lo que haga falta a la hora que se necesite, sin alaridos ensordecedores ni luces que encandilen. El ejemplo no es teoría, es siempre práctica, descansa tarde por las noches y despierta primero por las mañanas. Sin concesiones ni reparos; no alcanza con decirlo, hay que hacerlo. Y entonces, sin excusas y sin detenerse, la redención llegará.

Cuatro años más tarde, Jasen entra en la lista para el Mundial de Turquía 2010 con la Selección Argentina. “Ahora, en esta convocatoria, trabajé duro y ellos me dieron el lugar”, dice, y en esa declaración queda expuesta su naturaleza. Su humildad. Jasen no piensa en él, sino que se enfoca en los demás. En lo que necesita el resto, y es la aceptación del entorno la que permite que salga a flote el individuo sin necesidad de imponerlo a la fuerza. Será lo que tenga que ser y cuando sea, será único. Jasen fue, a lo largo de su carrera, un líder silencioso capaz de ajustarse la estructura que sea. Nunca fue problema, todo lo contrario: fue solución infinitas veces. En un mundo que necesita mostrar todo lo que pasa para pertenecer, Jasen prefirió ser siempre un tesoro por descubrir. En esto, Pancho fue dorado desde el día cero.

«Cumplí el sueño de ser jugador Olímpico. Londres fue el momento más emocionante de mi carrera», dice Jasen dos años después, sin reparar en la espina clavada de no haber sido parte de Beijing 2008. No hay reproches ni deudas pendientes. Lo dice con una mezcla de orgullo y convicción, porque en esas palabras hay una historia que se completa, una redención que justifica una por una las horas empeñadas.

Jasen fue, a lo largo de su carrera, un jugador brillante dentro del mapa del básquetbol argentino. Sin embargo, perteneció a una época de talentos inigualables, y fue por años una gema escondida. Pese a todo, donde muchos ven debilidad, yo veo entereza, porque Jasen avanzó contra las circunstancias en contra. Un piloto de tormentas que nunca fue viuda de su propio presente; ante la negativa mostró su mejor cara. Ante la adversidad trabajó, se reconstruyó y salió fortalecido. Siempre. En cada entrenamiento, en cada partido, Jasen mejoró e hizo mejores a los demás.

Nacido en el Club Alem, Pancho siempre tuvo, para su primer hogar, un trato de amor de doble vía. Se dice que quien no olvida sus orígenes, siempre tendrá un lugar para regresar. Y así fue. En Madrid, su segunda casa, Jasen será, por siempre, el gran capitán de Estudiantes con la número 14, la camiseta que en Bahía Blanca, su ciudad, significa tanto por Alberto ‘Beto’ Cabrera: 363 partidos, diez temporadas, cinco de ellas como capitán. Un subcampeonato. Y una oleada de emociones que nunca más tuvieron segundo capítulo.

Sin embargo, y pese a los éxitos significativos, Jasen tuvo, a mi entender, lo mejor de su carrera en el epílogo. En Weber Bahía Basket, el círculo de riqueza encontró su pico más alto, viéndolo regresar nuevamente al Osvaldo Casanova como en los tiempos en los que inflaba las redes junto a Manu Ginóbili en Estudiantes.

Jasen fue, desde el día cero, un mentor para los alumnos más jóvenes. Un docente que estudió como ninguno y que enseñó como nadie. Jasen fue el ejemplo máximo del esfuerzo llevado a la plenitud. Fue la hora de más en cada entrenamiento, el esfuerzo adicional en el gimnasio, la palabra justa en cada partido. La voluntad de superarse al máximo para vencer al tiempo, al menos por un rato. Para llegar con 40 años a correr como un chico de 20. Como los grandes maestros de la historia, fue un escultor de almas para sus compañeros. El consejo acertado, el reto necesario, el susurro que guía a tiempo para que la promesa se convierta en realidad. Un viajero que regresó a la aldea para mejorarla, un profesional modelo que desparramó un mensaje y contagió al resto para hacerlo propio. En la tormenta y en la calma. Hacer y dejar hacer. Enseñar, aceptar, construir y pertenecer.

«Entregué mi vida al básquet, con emoción, paciencia y sentimiento desde el primer día, no me guarde nada», escribió Pancho en su carta de despedida del juego.

Jasen fue, es y será uno de los líderes silenciosos más grandes que dio el básquetbol de Bahía Blanca en toda su historia.

El tiempo, tarde o temprano, pone a cada uno en el lugar que le corresponde.

FUENTE: Bruno Altieri

FOTOGRAFÍA: Básquet Plus

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