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Omar Morán, un hombre que supo ver la vida desde otra perspectiva

Omar Morán

Por Sergio G. Alcalá

«Falleció Omar Morán, un tipo de los de antes, de esos que van quedando cada vez menos”. Confieso que el mensaje que un amigo me escribió ayer al whatsapp me dejó perplejo, sin reacción, con esa inexplicable sensación de tristeza que se siente sólo cuando nos deja alguien que valió la pena conocer en nuestro corto paso por este mundo.

Enseguida vinieron a la memoria los invariables recuerdos y las anécdotas, muchas, esas que el entrañable flaco solía compartir, como cuando junto a Osvaldo Zurlo, su jefe durante los 15 años que permaneció en la sección Fotografía de La Nueva Provincia, se excedieron con el magnesio al intentar retratar una misa de Nochebuena en la Catedral y terminaron originando una explosión que provocó una auténtica estampida.

Con la modestia propia de los grandes, Omar jamás se jactó de sus obras. Ni siquiera de la más grande de todas, única e irrepetible, esa que trascendió épocas reflejando, a través de dos de sus íconos más representativos, Atilio Fruet y José Ignacio De Lizaso, el sentir de toda una ciudad por el deporte que la identifica.

Esa imagen que captó el lente de Morán en la noche del 14 de noviembre de 1970 en cancha de Altense, trabajando junto al inolvidable Osvaldo Orcasitas para la revista El Gráfico, se constituyó en el sello de Bahía Blanca como Capital Nacional del Básquetbol.

Con la sinceridad que siempre lo caracterizó, Omar destacaba que esa fotografía no tiene un gran desarrollo artístico. “Es una toma instantánea, de índole testimonial, aunque tengo que reconocer que me dio muchas satisfacciones y que más allá del paso de los años sigue causando impacto”, reconoció en una tarde soleada de octubre del año pasado, cuando lo entrevisté por última vez.

Generoso y desprendido, Omar no conservó el negativo de aquella obra de arte, por lo que hace unos pocos años debió apelar a su amigo Rubén Gallucci, villamitrense de pura cepa como él, para que le preste la fotografía y así poder realizar una copia que le permitiera volver a tenerla entre sus manos.

“En esa época de oro del básquetbol bahiense saqué muchísimas fotografías y si tengo que elegir una me quedo con la que obtuve en el último partido de Fruet en 1974, cuando siendo un símbolo de Olimpo le pidió la camiseta a Cabrera y se la puso. Esa imagen de Lito emocionado con la casaca de Beto en su despedida de las canchas es única”, reconocía con orgullo.

Alguna vez, el gran Pedro Luis Raota, uno de los máximos exponentes de la fotografía argentina y americana, sintetizó a la perfección esa pasión que Omar trasuntó desde muy joven. «Un fotógrafo pergeña una imagen en su cabeza, y si esa imagen no existe la creará, tal como hace un director de cine».

Omar Morán fue, por sobre todas las cosas, un hombre que supo crear imágenes, llenas de sensibilidad y una potencia demoledora, que supo forjar un lenguaje fotográfico que marcó como ninguna otra expresión el alma de los bahienses.

“Respeto la irrupción de la fotografía digital y de hecho me adapté sin problemas, pero si me dan a elegir me quedo con lo artesanal, porque siempre te mantiene activo y ágil de reflejos. Es como el tirador que sabe que le queda sólo una bala y no puede fallar”, me dijo cuando le pedí que me hablara de este arte que le caía como anillo al dedo, a partir de su innegable capacidad para rescatar experiencias que son comunes a todos los seres humanos.

Con seis décadas dedicadas a una profesión que abrazó con pasión, Omar Morán llevó la fotografía en sus genes y frente a su cámara pasaron personajes que hicieron historia, desde Fidel Castro (a quien pudo retratar en la Plaza de la Revolución de La Habana tras tres días de febriles gestiones) hasta Juan Domingo Perón (en un acto desarrollado en la Base Naval Puerto Belgrano cuando sorteó todos los controles y terminó detenido), aunque en Bahía Blanca se lo asoció invariablemente con la época dorada del básquetbol de la ciudad.

Omar Morán Foto Lito Fruet

La foto preferida de Omar Morán: Lito Fruet emocionado en su retiro con la camiseta de Beto Cabrera

Desde su perfil bajo, su humildad y esa concentración que le permitió estar en el lugar adecuado en el instante exacto, logró registrar momentos inolvidables para distintos medios, desde Encestando hasta Clarín, pasando por El Gráfico, Gente y las agencias noticiosas Télam y Noticias Argentinas. Sin secretos, con olfato y percepción, evidenciando un linaje que aún sigue sorprendiendo más allá del paso de las generaciones.

“Querés que te cuente otra anécdota? El día que se retiró Alberto Cabrera estuve todo el día con él. Le saqué fotos en el desayuno, en el almuerzo con la familia, en el trabajo, cuando se cambió en el vestuario antes del partido que Estudiantes jugó contra Pacífico en cancha de Independiente. También cuando lo llevaron en andas y la última solo, vistiendo la 14 alba y con la pelota abajo del brazo. Esa que ahora se ve colgada del techo del Casanova”.

Se fue Omar Morán, un hombre que supo ver la vida desde otra perspectiva a través de un lente. El tiempo, testigo inexorable del diario devenir, le dio la razón, porque sus fotografías siguen tomando cada vez mayor relevancia con el paso de los años.

Créditos de imagen: Gustavo Pirola.

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